viernes, 23 de marzo de 2007

CARLOS MORALES ESCOBAR ACADEMICO DE LA UNAP.

Vida interior y música
Carlos Morales Escobar
Académico Unap
Director Escuela Moderna
Artes y Comunicaciones

Hoy día cuando la globalización nos lleva a estar en contacto con todos los rincones de este mundo, cuando las comunicaciones han alcanzado el plano satelital, cuando con un simple artefacto no más grande que una mano, nos conectamos con todo y con todos, sin embargo nunca como ahora se puede percibir la soledad abismante en que vive el hombre moderno, donde papá y mamá producto de la vorágine para lograr satisfacer su condición de proveedores más allá del costo familiar que ello implique, crean personas desvinculadas que buscan en las pandillas y comunidades seudo liberales, el afecto que no encuentran en el seno familiar.
Ante esta cruel realidad, el arte musical se presenta como un salvavidas que tiene la capacidad de afectar física, espiritual e intelectualmente al hombre, siendo esa condición la que le permite llegar más intensamente y por ende conseguir cambios emocionales, anímicos, y conductuales en quien abraza este arte ya como un simple gustador o como una forma de vida, coadyuvando así a formar buenas personas, solidarias y comprometidas con el medio circundante.
¿Cómo es posible que una simple expresión artística pueda ser tan efectiva para socializar al hombre de nuestros días? a continuación intentaremos abordar una respuesta que justificará plenamente lo dicho.
El arte musical cuya materia prima es el sonido, así como el pintor usa los colores y el escultor la piedra, el material organizado en la música atrae el oído por el camino análogo en que las artes visuales atraen al ojo. Por lo tanto, en las cualidades acústicas básicas de las notas residen todos los medios artísticos de que dispone el compositor para comunicarse y entregar su obra que afectará de manera activa a las personas.
De esta manera, la música, constituida por sus tres grandes elementos -ritmo, melodía y armonía- va a influir en el hombre de manera directa en sus funciones básicas; así, el ritmo incidirá de manera directa en el pulso cardiaco del hombre, ya acelerándolo o no; la melodía, llamará la atención de este en su espíritu, provocándole agrado o desagrado, afectándolo en sus estados de ánimo, creando estados de alegría, de pena, ansiedad, ira, calma, etc. elevando su alma a estratos superiores o llevándolo definitivamente a lo profundo del tedio. En cambio, la armonía por su condición, es regida por las leyes de la física del sonido, permitiendo así un ejercicio absolutamente cerebral donde el cálculo se pone al servicio del arte para crear la atmósfera en torno al ritmo y la melodía. De esta manera el arte musical, además puede llegar a convertirse en una herramienta terapéutica, ejemplo claro es el "Efecto Mozart" que abordaremos en otra oportunidad.
Lo anterior, pone en relevancia la importancia que reviste la enseñanza de la música dentro de la formación integral del hombre y que por lo tanto su enseñanza debe ocupar todos los esfuerzos para lograr revertir esta nefasta condición de desamparo del hombre moderno. Si consideramos que ya los griegos cultivaban en su liceo el lema "Mente Sana en Cuerpo Sano", que San Agustín decretaba: "quien ora cantando ora dos veces", que Wagner decía "El arte está íntimamente ligado con la vida", y que por último Verdi planteó "Volvamos a lo antiguo, será un progreso". Sin duda, cada una de estas afirmaciones dispuestas en el contexto de esta reflexión ayudaran a reafirmar la idea de replantear la importancia de la formación musical en cada niño, niña, joven o adulto como una necesidad de reencontrarlo con su esencia de ser porque "Quien considere las cosas en su origen y primer desarrollo obtendrá más clara visión de ellas" (Aristóteles).

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